Come una vez al día, no duerme más de tres o cuatro horas, lee la prensa y continúa con sus investigaciones. Hablamos de una mujer que acaba de cumplir 100 años, (22-4-09), hecho no desdeñable, pero sobre todo hablamos de una mujer capaz, vital y científica.

     La “Dama de la neurona”, como se la denomina, es Rita Levi Montalcini y sus estudios de neurología  y especialmente su descubrimiento de una proteína, la NGF (Nerve growth factor), estimuladora del crecimiento del cerebro, le supuso recibir el Premio Nobel de Fisiología y Medicina en l986 (compartido con Stanley Cohen) y la base de sus investigaciones a lo largo de medio siglo.

Rita Levi (actualmente)

Rita Levi (actualmente)

Rita Levi (1964)

Rita Levi (1964)

 

 
 
 
 

  

 

 

 

 

     Nacida en Turín, consiguió no solo superar las reticencias de su padre para estudiar medicina, sino también la persecución de los judíos (Manifiesto Della Razza, 1938). Monta su propio laboratorio en su casa y finalmente en 1946 marcha a Estados Unidos donde residirá 30 años y allí realizará sus principales investigaciones. De vuelta a Italia, dirigió el Centro de Investigaciones de neurobiología de Roma  y crea un Instituto de Biología Celular.

     Pero esta mujer, comenzará una nueva actividad a partir de l987: comienza a publicar libros realmente apasionantes.

 

“Elogio de la imperfección” (1987)

 

Elogio de la imperfeccion reducida    

     Es su autobiografía: no sólo nos habla de su descubrimiento científico, sino que nos muestra como era ella: curiosa intelectual, comprometida con su época  abordando con una increíble lucidez cuestiones como el fascismo, la persecución judía, la emancipación de la mujer y el sentido de la evolución humana

    Nos dice Rita textualmente “El hecho de que la actividad que he desarrollado de un modo tan imperfecto haya sido y siga siendo todavía para mí una fuente inagotable de placer, me induce a pensar que la imperfección en el cumplimiento de la tarea que nos hemos fijado o que nos ha sido asignada quizá sea más acorde con la naturaleza humana, imperfecta como es, que la perfección”.

 

  

“Tiempo de cambios: pensar y vivir a favor de la supervivencia humana de la especie humana” (2002) 

Tiempos de cambio

  

    ¿Debemos pensar que la especie humana está destinada a la extinción por falta de unos mecanismos innatos que inhiban su propia capacidad de aniquilación, cada vez mayor, y por su tendencia a utilizarla, aun a sabiendas de sus fatales consecuencias? En una etapa tan crítica, cuando está en juego la propia supervivencia de muchas especies, entre ellas la nuestra, se hace indispensable un cambio radical del modo de pensar y vivir, aprovechando la facultad de raciocinio, privilegio exclusivo del Homo sapiens.

    Así se expresa Rita Levi en esta obra donde insiste en que hay que revisar los sistemas educativos, desde la infancia, y dar paso al papel de actores a las nuevas generaciones. Su implicación permitirá aprovechar sus facultades y el derecho que tienen a garantizarles un futuro  a la generación presente y a las futuras.

    Pero no sólo eso, sino que hay una insistencia en el papel de la mujer, y es lógico si pensamos en su vida y en su experiencia. Unas cuantas páginas dedica a este tema y al valor que puede tener la mujer en esta supervivencia, como componente “femenino” del género humano.

 
 
 
   El as en la manga reducida
    
    El conocimiento de las estructuras cerebrales – desde la unidad elemental, la neurona , hasta  los complejos neocorticales de los que dependen los procesos mentales-  es indispensable para una preparación racional a la llegada de la senilidad.

   A lo largo de esta obra, Rita desdeña las reflexiones consolatorias o las lamentaciones lúgubres de la vejez, para explicarnos que el cerebro puede seguir funcionando perfectamente incluso a una edad avanzada (en su caso está claro), a diferencia de lo que ocurre con otras funciones fisiológicas. Esto se debe a lo que se denomina “la plasticidad neuronal” por la que el cerebro suple la pérdida de células por la propiedad que tienen las restantes de compensar esa disminución. De aquí la importancia, con el paso de los años, de haber vivido la vida intensamente.