La Semana de la Ciencia es el mayor evento de comunicación social de la ciencia y la tecnología que se celebra en España . Este año el lema es «Química: soluciones para un mundo sostenible», uniéndose así al Año Internacional de la Química, que coincide con el centenario de la concesión del Premio Nobel de Química a Marie Curie. La Universidad de Cantabria se suma también al evento con un ciclo de conferencias.
Como siempre, hemos seleccionado unas cuantas obras que nos acercan al tema de la química desde un punto de vista ameno y entretenido.
Todo buen científico sabe que el galio es el elemento de la tabla periódica al que uno debe acudir si tiene invitados en casa. Aunque a temperatura ambiente es sólido, este metal tiene una propiedad única y muy poco conocida. Se funde a 30º. Así que no hay más que fabricar unas cucharitas con este elemento, servir el café…y observar las caras que ponen los invitados al ver cómo esta desaparece. Con el sugerente título de La cuchara menguante: y otros relatos veraces de locura, amor y la historia del mundo a partir de la tabla periódica de los elementos su autor, Sam Kean, nos informa y entretiene sobre aspectos sorprendentes de la química y de los científicos que descubrieron los elementos de la tabla periódica, uno de los grandes logros de la ciencia.
Qímica imaginada es un precioso libro prologado por Carl Sagan, quien nos recuerda que “difícilmente existe algún aspecto de nuestras vidas que no sea tocado fundamentalmente por la química: la electrónica, las computadoras; los alimentos y la nutrición, la minería y los metales, la medicina y los farmacéuticos, las drogas, legales e ilegales (…) etc. Sin embargo, entre los ciudadanos de a pie el desconocimiento de esta ciencia es grande. Este libro mezcla artículos de divulgación sobre distintos temas de química con unos estupendos collages de Vivian Torrence sobre la belleza, el misterio y la utilidad de la química.
En EL Tío Tungsteno: recuerdos de un químico precoz Oliver Sacks ( el autor de la exitosa El hombre que confundió a su mujer con un sombrero ) nos narra sus recuerdos infantiles en el laboratorio de su tío Tungsteno y su gran descubrimiento LA QUÍMICA. El gozo que le provocaba ver los colores, sentir los colores, disfrutar con las formas de los cristales, manejar sustancias y hacer experimentos. Pero según fue creciendo y estudiando perdió el interés por una química que, en su opinión, desde la física cuántica y nuclear ha perdido la inocencia que a él tanto le asombraba. Un libro emotivo contado desde el placer del recuerdo y del descubrimiento de una ciencia que le marcó y que abandonó por la medicina.
El sueño de Mendeliev, de Strathern describe también el entusiasmo del autor por la química pero justo por el aspecto que aburre a Sacks, el del conseguir un método científico que se formalizó definitivamente por el descubrimiento de Mendeléiev: la tabla periódica. Con ella, al igual que había sucedido a la física newtoniana y la biología darwinista, la química tenía ya una idea central sobre la que construir un tipo nuevo de ciencia.
En Química verde, Xavier Domènech nos habla de una nueva forma de hacer química cuya prioridad es el respeto por el medio ambiente, la llamada química verde, que ha iniciado un camino hacia sistemas ecoeficientes, con ahorros de recursos y energía y con un menor gasto económico. Pero la química verde exige el trabajo conjunto con otras disciplinas como la ecología, la toxicología, las ciencias ambientales… etc. Todo ello obliga a los químicos y a la sociedad en general a invertir en investigación y desarrollo.
Y cómo no, la química está de moda en la nutrición. En el artículo de octubre de la revista Investigación y Ciencia titulado: La nueva cocina científica: de la incertidumbre a la predictibilidad culinaria mediante la ciencia: el gran paso de la cocina del s. XXI, Claudi Mans y Pere Castells nos hablan de la contribución de esta ciencia a la cocina, lejos de la asociación negativa que tiene en la gente química y alimentos. En los últimos años se ha producido una verdadera revolución en la cocina de muchos restaurantes, una revolución basada en la química. Se han modificado metodologías clásicas mediante la introducción de aspectos más propios de un laboratorio de química: precisión en la medición de masas, volúmenes, temperaturas y tiempos, control de parámetros de operación, búsqueda y utilización de nuevos productos y nuevas técnicas.
En la ciencia ficción el uso de la química está presente en muchas novelas. Muchas clases de sustancias son utilizadas para fines perversos y destructivos. Probablemente uno de los primeros ejemplo de armas químicas en la ciencia ficción sea el humo negro que los invasores de Marte emplearon en La guerra de los mundos de H.G. Wells. También Clarke ha jugado abundantemente en el relato Cita con Medusa (perteneciente al libro El viento del sol : relatos de la era espacial ) con la idea de una atmósfera en el planeta Júpiter repleta de compuestos de carbono y una ecología completa en sus grandiosos cielos. El uso militar del gas tiene un gran protagonismo en La vida futura . Pero también los fines pueden ser meno
s violentos, como en la novela Congreso de futurología en la que Stanislav Lem imagina un futuro en el que se habrían desarrollado sustancias que inducirían en el enemigo una irrefrenable necesidad de hacer el bien, o que despertarían sus remordimientos ante la violencia, haciendo teóricamente sencilla su sumisión.
Cronopaisaje , de Gregory Benford presenta un futuro no muy lejano, en el que el hombre ha contaminado gravemente el medio ambiente usando pesticidas e insecticidas, y el ecosistema global ha colapsado. Desesperados, en un mundo tan pobre en recursos que el uso de película fotográfica está restringido a proyectos de máxima prioridad y se organizan excursiones por las alcantarillas en busca de bolsas de mercurio, la única solución viable es enviar un mensaje al pasado para evitar que esas sustancias lleguen a usarse…
El rebaño ciego, de John Brunner describe unos EE.UU. que han contaminado tanto su medio ambiente que es necesario usar mascarillas, donde la lluvia ácida está al orden del día, la población de las ciudades puede morir envenenada por el agua de los grifos… donde bidones de armas químicas lanzados al océano afloran a la superficie para tomarse la revancha sobre sus creadores, y el abuso de los antibióticos ha creado cepas de bacterias muy resistentes que hacen de una pequeña infección una auténtica pesadilla.