Hace un año Antonio Santos, exbibliotecario, profesor de la UC y colaborador en este blog, impartió un ciclo de conferencias titulado Tierras de ningún lugar: utopía y cine, al que dedicamos una entrada: Nuevos mapas del infierno. Del 26 de enero al 9 de febrero Antonio Santos retoma el ciclo donde lo dejó: el sueño utópico degenera en pesadilla apocalíptica. El nuevo ciclo explora, a partir de una selección filmográfica en la que conviven autores clásicos y modernos de muy distinta procendencia, las seductoras contradicciones que a menudo hacen de la utopía un hermoso sueño y una inquietante posibilidad.

La primera sesión estuvo dedicada a las demodistopias: Utopías negativas en las que la población ocupa un lugar preferente. Muchos autores recuperan el discurso maltusiano, que alerta sobre amenzas como la superpoblación y la escasez de recursos. Otros al contrario alertan sobre posibles crisis de fecundidad que pueden llevar a la humanidad al borde de la extinción. Algunas películas se han enfrentado con estos problemas, en los que ya se reconocen los males de la actual globalización. Es el caso de : Gattaca, Código 46, Hijos de los hombres, El cuento de la doncella y Cuando el destino nos alcance.
La conferencia de hoy jueves 28 de enero bajo el sugerente título de Infierno purgatorio y paraiso, presenta dos modelos de sociedades utópicas que planifican los nacimientos y las muertes de sus miembros: La fuga de Logan y la Isla. Cimentadas sobre relatos míticos que distorsionan o reescriben la historia, las sociedades distópicas se carazterizan por ser fundamentalmente iletradas y manipuladoras de su pasado. Las comunidades tiránicas persiguen al libro y a la cultura escrita, como sucede en 1984 y Farenheit 451, y , a modo de réplica, los héroes son a menudo lectores y escritores, que usan el libro y la pluma como forma de resistencia contra la tirania. La cultura audiovisual se impone sobre la literaria, y se utiliza el cine y la música como herramienta terapeútica perversa en obras como La naranja mecánica


En Hombres y máquinas (3ª conferencia) el ciudadano se ve reducido a un número, una pieza de un despiadado y agresivo mecanismo social, como Chaplin en Tiempos modernos. Cualquier atisbo de individualidad es borrado, y como Chaplin los esclavos rebeldes ansían romper ataduras y huir en busca de su libertas. Otros ejemplos: THX 1131, Viva la libertad y Minority Report.
El paraíso perdido (4ª conferencia), centro espiritual por excelencia, es el lugar puro donde el hombre se comunica con sus dioses y donde la naturaleza aparece inalterada. En estos lugares bonacibles, seguros, fértiles, sus pobladores viven sin esfuerzo ni trabajo. No existen guerras ni rencillas. Todos sus habitantes viven allí en paz y armonía. La nostalgia del paraíso perdido es común a todas las culturas y su búsqueda proporciona el horizonte utópico por antonomasia. Los confines edénicos no son proyectos de futuro, miran hacía un pasado mítico e ilusorio. Son numerosas las películas que se asientan en estos edenes que proponen el regreso a los origenes como vía de superación: El valle, La costa de los mosquitos, La playa. Akira Kurosawa, de quién este año celebramos su centenario, concibió su propio paraíso regresivo en uno de sus Sueños. Otras obras: Naves silenciosas y La taberna del irlandés
Finalmente en Heteropías: la disparidad utópica Antonio explora las heteropías: lugares diferente, de otros parajes asentados en la realidad, pero que se sitúan al margen de la misma. De entre todas las heteropias posibles, hemos seleccionado una por su singular conexión con el espacio cinematográfico: el parque temático. Utopía concebida para la diversión, el parque es al mismo tiempo acogedor y siniestro, en el que reconocemos una impostura artificial de nuestros sueños pero también de nuestras pesadillas. Es el caso de La isla de los juegos de Pinocho, el Parque Delos de Wetsworld, el Parque jurásico y La fábríca de chocolate, concebida por el insólito y estrafalario demiuro culinario que es Willy Wonka.
* En cursiva extractos de textos del propio Antonio Santos