Genius is one percent inspiration, ninety-nine percent perspiration”. Thomas Edison.

Las cosas que nos rodean han sido creadas por alguien, siempre hay un origen, aunque sea complejo y confuso y en él además siempre suelen intervenir  “variopintas personalidades y azarosas circunstancias”.  Lo explica muy bien Juli Capella en el prólogo de  Así nacen las cosas, un ameno repaso por el origen de objetos tan próximos como sillas, bombillas, clips, abrelatas y bolígrafos.

 

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Y es que el proceso de la invención “es misterioso y no puede reducirse a una fórmula”: casi nunca surge de la mente de una sola persona, requiere una forma de pensar diferente a la de los demás y además, hace falta mucha suerte y capacidad para recorrer el camino del invento al producto. Lo tiene claro Steve van Dulken,  un especialista en patentes de la British Library, autor del interesantísimo “The patent search blog” y de varios libros que recopilan historias de invenciones.

 

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Por ejemplo, en  Inventos de un siglo que cambiaron el mundo  describe cien inventos significativos del siglo XX y nos cuenta cómo se pensó en estas invenciones por primera vez, cómo se solucionaron los problemas de producción o cómo se comercializaron. Las reseñas de las invenciones de la televisión, el nylon, el semáforo, las latas de anilla… y así hasta cien, vienen acompañadas de imágenes y textos relevantes extraídos de los correspondientes documentos de patente.

 

 

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Inventing the 21st Century  sigue un esquema parecido y nos cuenta la historia de las que considera las cincuenta invenciones más interesantes en lo que llevamos de siglo en todo el mundo, incluyendo en este caso apuntes sobre la perspectiva de los propios inventores sobre los orígenes y el desarrollo de su proceso de creación.

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Libros electrónicos, playeras con ruedas, reproductores de mp3, bañadores aerodinámicos, robots aspiradores y un largo etc. son para el señor van Dulken el signo de nuestros tiempos.

 


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Como lo son del “sueño americano” (al fin y al cabo, el sueño de todos, queramos o no) los inventos que recoge  Inventing the American Dream : inventos para el hogar, para el trabajo, para comer, para jugar, para cuidarse y para descuidarse. Palomitas y chicle, patines en línea y canastas de baloncesto, coches y bicicletas… tienen detrás una razón de ser, un largo proceso creativo y muchas patentes. Para otros estudiosos sin embargo, como por ejemplo el señor Chandler, el siglo XX fue sobre todo un siglo de inventos electrónicos, porque fueron ellos los que provocaron una evolución impresionante de la industria en este campo y un cambio en los estilos de vida que aún sigue en marcha. Lo explica con detalle en su libro Inventing the 21st Century.

 

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Un paso más allá va el filósofo (y “pintor de cuadros transparentes en su tiempo libre”) italiano Ermanno Gallo, que en su libro “Geni incompresi”, traducido al castellano como  La maldición de ser un genio  y  El misterio tras los inventos  hace un recorrido por las invenciones de la historia en busca del misterio, la trascendencia y la maldición que acompañan, según él, a quienes crean e inventan.


 

El tema es fascinante y son muchas las obras sobre creatividad, inventos, inventoras e inventores, patentes …, que tenemos en la Biblioteca.

 

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Pero ahora bien: si hay un libro de inventos que nos guste, es el  cómic de nuestro querido Andy Riley,  Hágalo usted mismo, un despliegue inaudito de creatividad, no sólo para encontrar soluciones, sino también para buscar problemas allí donde puedan surgir. Su “aparato para control de pasaportes de pájaros migratorios”, su “método para que las ovejas puedan disfrazarse de nube cada vez que ven al lobo” o su “portátil-tostadora, para trabajar y desayunar a la vez”, son sólo algunos ejemplos de que la imaginación sigue y seguirá siempre yendo muy por delante de la técnica.